DE SI SE PERVIERTE
EL LENGUAJE Y SI SOMOS CONSCIENTES DE ELLO
Descartes,
refiriéndose a quienes combatían sus conclusiones, escribió: “...
como esta clase de argumentos no puede hacer impresión alguna en el
espíritu de los que entienden bien mis argumentos, y como los
entendimientos de muchos son tan débiles y tan poco razonables que
se dejan con frecuencia persuadir por las primeras opiniones que
escuchan de una cosa, por falsas e irracionales que sean, antes que
por una sólida y verdadera, pero extensa refutación de sus
opiniones, no quiero contestar a otros escritos, por temor de tener
antes que explicarlos”1
Con esta cita abrimos el Café que nos ocupa, planteando la pregunta
de si el problema del entendimiento pertenece a quien no sabe
expresarse, o a quien no se esfuerza en comprender a la persona que
emite el mensaje. Sagrario se situó más bien en lo segundo; a lo
que Antonio replicó que estaba de acuerdo en parte, ya que el
lenguaje ha sido creado precisamente para que podamos entendernos.
Dicho sea de paso que con lenguaje no nos referimos solamente a las
palabras habladas o escritas, sino también al lenguaje corporal, de
signos, etc. incluso al de los sentimientos, ya que no es sino éste
el único modo en el que puede expresarse un bebé con su llanto o su
risa. De hecho, una expresión alegre o triste es una de esas formas
de lenguaje que cabe interpretar. Y es que Sagrario quiso recalcar
(por si se la había malinterpretado) que no se refiere a una
“relación de expertos” cuando habla de hacer el esfuerzo de
entender, sino que prestar atención a un lenguaje implica hacer el
esfuerzo de captar el mensaje, no quedar eximido directamente de
ello. Pilar, por el contrario, manifestó que ha de existir en el
lenguaje un componente pedagógico consistente en esforzarse porque
l@s demás entiendan. Antonio lo apoyó con el ejemplo del mecánico
que ha de intentar hacernos comprender, en un lenguaje cotidiano, lo
que le ha ocurrido a nuestro coche estropeado. Pero Sagrario matizó
la posible diferencia entre expresarse como experto, o como
prepotente. No obstante, hemos de ser precavid@s con ciertos tipos de
lenguaje, ya que tras él, pueden encontrarse intenciones
manipuladoras. Por ello, Antonio nos aconseja no limitarnos sólo a
leer, por ejemplo, una noticia, sino enfocar la atención también en
los comentarios sobre la misma. Aquí se aprecia claramente la
diferencia entre “el experto” y “el prepotente”; digamos que
el nombre que figura es del/la periodista, mientras que el meollo se
encuentra las más de las veces en la discusión que genera
posteriormente entre los lectores.
Tras
este intenso comienzo, se dio paso a una nueva sección del Café en
la que se tratan curiosidades (por muy poc@s
conocidas) directamente relacionadas con el tema. En esta
ocasión, se hizo referencia a dos tribus que se caracterizan
principalmente por su habilidad para comunicarse aún careciendo de
conceptos de los cuales para nosotros sería imposible prescindir.
Los Amondawa y los Pirahas. Los Amondawa son una tribu amazónica que
no concibe el tiempo. Esta tribu concibe que un evento ocurre en un
determinado momento, sin embargo, no asumen que el tiempo fluya
independientemente de los eventos que ocurran o no. Nos planteamos
entonces, ¿es el tiempo un concepto estrictamente necesario? No es
lo mismo decir “Hasta las ocho no me iré a casa, ya que es cuando
termina mi jornada de trabajo” que “Marcharé a casa cuando
termine mi trabajo”. En la primera afirmación estamos teniendo en
cuenta el tiempo. En la segunda, no. Para Antonio, el que no
introduce el tiempo cuando habla de trabajo, está expresando
incosncientemente que goza de salud, es una persona que se encuentra
libre en su trabajo. Mientras que si nos refererimos constantemente
al tiempo, éste influye como factor que nos ata, que nos obliga.
Pero, ¿y si os digo que la otra tribu, la de los Pirahas, puede
comunicarse sin necesidad de números, pronombres, colores, tiempos
verbales u oraciones subordinadas? Los miembros de esta tribu se
hacen llamar a ellos mismos “cabezas rectas”, mientras que a los
extranjeros se refieren con el nombre de “cabezas torcidas”. Se
consideran diferentes a ellos, tanto en la forma de ser como en la de
pensar. Restringen la comunicación a la experiencia inmediata, por
ello no se les conoce creencias en ningún Dios ni nada semejante,
puesto que para ellos nada cambia, y por tanto, nada crea ni ha sido
creado. ¿Pero somos realmente de una manera o de otra dependiendo de
cómo es nuestro lenguaje? ¿concebimos la realidad de una manera
diferente? Alberto comenta que el lenguaje condiciona la realidad
sólo si es universal, y Pilar corroboró esta afirmación con el
ejemplo de los convencionalismos, como pueden ser las señales de
tráfico, un lenguaje universal que interpretamos sin necesidad de
comunicación verbal. Jésica, sin embargo, opina que depende de lo
que la otra persona interprete. María nos cuenta que el lenguaje
organiza la realidad, y se necesita por ello crear un orden a través
del lenguaje, que nos sirve como recurso. Pero para Jésica el
lenguaje no tiene siempre una utilidad de orden, ya que igualmente
puede crear desorden; por ejemplo, cuando mentimos. De hecho, Umberto
Eco definió como signo “todo aquello que sirve para mentir”. Y a
este hilo, Pilar expuso que una misma realidad, expresada por dos
personas diferentes, a veces es opuesta, puesto que influye el punto
de vista con que se interprete. Para ella, la edad, sería un factor
de interpretación fundamental a la hora de concebir la realidad.
Antonio añade que, además de la edad, existen muchos otros
factores. Y Alberto nos ilustró esta opinión con el ejemplo de los
esquimales tienen cuarenta palabras diferentes para describir
diferentes tipos de nieve, mientras que con una palabra designan todo
lo que vuela, ya sea un pájaro, un artefacto tecnológico o una
simple semilla mecida por el viento. Sin embargo, desde el punto de
vista de Alberto, los esquimales son capaces de difrenciar el
artefacto del animal, aunque sólo tengan una palabra paa designar a
ambos. A lo cual se opone Antonio, quien opina que el concepto es
global y lo que se da es una adaptación al medio. Para Antonio, el
lenguaje puede cambiar la realidad, mientras que para Alberto la
realidad no depende del mismo. Este enfrentamiento no es sino el
eterno debate filosófico entre los realistas (racionalistas) y los
nominalistas (empiristas). Y es que el lenguaje es un elemento de
suma importancia para el pensamiento, pero hay que someterlo a
crítica, como hemos hecho nosotros en este Café, ya que si no
podríamos caer en sus trampas. Una de estas trampas es la que
denunciaron los empiristas, consistente en la creencia de que, por el
hecho de existir una expresión en el lenguaje, ¿tiene que haber una
realidad designada por este término? ¿Concebimos una realidad a
partir de su nombre? ¿O más bien nombramos, una vez que la
experimentamos, esa realidad? Pilar opina que es primero la realidad,
pero siempre que sea algo tangible, ya que si no no podría darse a
conocer con el simple lenguaje. Para Jésica, es la realidad la que
da el nombre al objeto. Y para María, recurriendo al ejemplo del
inventor (“a esto lo llamaré...¡bombilla!”) es la realidad
antes que el nombre. No obstante, Antonio no queda conforme con el
posicionamiento, y afirma que todo depende de la ocasión. Alberto,
sin embargo, insiste en que la realidad tiene que ser antes que el
nombre. Pero, ¿no os han hablado nunca de los gamusinos? Antonio
asegura haberlos visto de pequeño, yo misma lo he visto en mi mente,
pero seguro que de modo distinto a Antonio... y María cerró esta
parte de la tertulia sentenciando que el hecho de no conocer una
realidad, no significa que no exista.
Finalmente,
para hacer el ambiente más distendido y relajar las mentes tras la
tensión del discurso, dimos paso a las prácticas de argumentación.
Para ello, nos servimos del libro Las claves de la argumentación
de Anthony WESTON. Barcelona: Ariel, 2005.
Los argumentos tratados en el Café fueron los siguientes:
- Argumentos mediante ejemplos
- Argumentos por analogía
- Argumentos de autoridad
- Argumentos acerca de las causas
Con ellos se descubrieron múltiples curiosidades sobre los errores
que cometemos al argumentar en diversos temas, tales como si la
vitamina C previene el resfriado, si se puede asemejar la revisión
médica con la ITV del coche o si una vida sexual activa alarga la
vida...
Ésta es la verdadera esencia de la filosofía práctica, el hecho
de ser capaces de entender, de escuchar, de comprender... y sobre
todo, de reflexionar y ser capaces de posicionarnos en una postura u
otra siendo conscientes de por qué en ese lugar y no en otro.
Muchas
gracias a tod@s por asistir, y os espero en la próxima sesión, sin
corrupt@s
(espero) pero con la
corrupción como protagonista.
1René
DESCARTES. Prefacio al lector de las Meditaciones Metafísicas.
Madrid. Alianza Editorial. 2005. p.71
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